Hoy celebramos el día Mundial de los Océanos dentro del Decenio de Ciencias Oceánicas que ha establecido la Organización de Naciones Unidas con el propósito de que tomemos mayor conciencia de la importancia de los océanos y su vida para el futuro del planeta y nuestra existencia.
Los océanos conforman el 70% de nuestro hogar, son los responsables de producir la mayoría del oxígeno que respiramos, son los responsables de enfriar el planeta y albergar la mayor cantidad de vida, mucha de ella aún hoy desconocida y llamada a resolver grandes problemas en la calidad de vida del ser humano.
Los océanos permiten el tráfico de comercio más importante que tenemos, dan millones de empleos, permiten alimentar las poblaciones de todos los países y así podríamos seguir enumerando factores que lo hacen fundamental para nuestra vida.
Lamentablemente el océano está muriendo lentamente, lo estamos contaminando, lo estamos haciendo más ácido y caliente, al punto que ya amenaza la sobrevivencia de los arrecifes, el 90% de las grandes especies están mermadas y muchos otros organismo también están siendo afectados como los arrecifes coralinos, algunos de los cuales ya desaparecieron, otros lo harán antes del 2030 y para el 2100 puede que ya no exista ninguno en su entorno natural.
En este día de los océanos quiero compartirles un descubrimiento, recientemente dado a conocer, que nos debe llamar la atención de lo que como humanidad estamos perdiendo si dejamos que los océanos y su vida se sigan deteriorando.
Uno de los grande regalos que nos dan los océanos, fuera de los descritos en las primeras líneas, es su potencial para darle a la humanidad mejores condiciones de vida. Aún nos queda mucho por conocer y descubrir y dentro de ellas están aquellos organismos que podrían darnos mejores antibióticos o curar enfermedades que cobran millones de vidas al año como lo es el cáncer.
Recientemente se dió a conocer un descubrimiento que refleja ese valor de los organismos que viven en los océanos y por ello les comparto una traducción literal que motiva a ser más conscientes de por qué debemos recuperar la salud de los océanos y nuestro planeta.
A continuación les comparto la nota publicada por la Universidad para la Salud de Utah, Estados Unidos de Norteamérica:
LOS CIENTÍFICOS DESCUBREN QUE LOS CORALES BLANDOS SON FUENTE DE UN BUSCADO COMPUESTO “ANTICANCERÍGENO”
El fondo del océano está lleno de misterios, pero los científicos han descubierto recientemente uno de sus secretos mejor guardados. Durante 25 años, los cazadores de fármacos han estado buscando la fuente de una sustancia química natural que se había mostrado prometedora en los estudios iniciales para el tratamiento del cáncer. Ahora, los investigadores de la Universidad de Utah informan de que los corales blandos fabrican el escurridizo compuesto.
La identificación de la fuente permitió a los investigadores dar un paso más y encontrar el código de ADN del animal para sintetizar la sustancia química. Siguiendo esas instrucciones, pudieron llevar a cabo los primeros pasos para recrear la sustancia química del coral blando en el laboratorio.
"Es la primera vez que podemos hacer esto con un fármaco de la Tierra", dice el doctor Eric Schmidt, profesor de química medicinal en la Universidad de Salud quien dirigió el estudio junto con el doctor Paul Scesa, científico postdoctoral y primer autor, y el doctor Zhenjian Lin, profesor asistente de investigación.
El avance abre la posibilidad de producir el compuesto en las grandes cantidades necesarias para realizar pruebas rigurosas y podría dar lugar algún día a una nueva herramienta para combatir el cáncer.
Un segundo grupo de investigación dirigido por el doctor Bradley Moore, del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego, demostró de forma independiente que los corales producen moléculas relacionadas. Ambos estudios se publican en el número del 23 de mayo de la revista Nature Chemical Biology.
Un mundo de posibilidades
Los corales blandos tienen miles de compuestos similares a los medicamentos que podrían funcionar como agentes antiinflamatorios, antibióticos y otros. Pero la obtención de una cantidad suficiente de estos compuestos ha sido un gran obstáculo para convertirlos en fármacos de uso clínico. Schmidt afirma que estos otros compuestos también deberían ser accesibles mediante este nuevo enfoque.
El doctor Eric Schmidt y el doctor Paul Scesa, trabajando en los pasos para fabricar el compuesto potencialmente anticancerígeno, la eleuterobina. Crédito: Kristan Jacobsen.
Los corales no son los únicos animales que albergan potenciales terapéuticos. La naturaleza está repleta de serpientes, arañas y otros animales conocidos por ser portadores de sustancias químicas con propiedades curativas. Sin embargo, los compuestos de los corales blandos ofrecen claras ventajas para el desarrollo de fármacos, afirma Schmidt.
A diferencia de las sustancias químicas venenosas que se inyectan en las presas, los corales utilizan sus sustancias químicas para ahuyentar a los depredadores que intentan comérselos. Como están hechos para ser comidos, los productos químicos de los corales blandos son fácilmente digeribles. Del mismo modo, los fármacos derivados de este tipo de compuestos deberían poder administrarse en forma de píldoras con un vaso de agua, en lugar de tomarse por inyección u otros medios más invasivos. "Estos compuestos son más difíciles de encontrar, pero son más fáciles de fabricar en el laboratorio y más fáciles de tomar como medicina", dice Schmidt.
Estas posibilidades han estado fuera de alcance durante décadas. Para llegar a este punto se necesitaron los conocimientos adecuados y un poco de suerte.
A la caza de la fuente
Scesa encontró el tan buscado compuesto en una especie común de coral blando que vive en la costa de Florida, a sólo una milla del apartamento de su hermano. En la década de 1990, los científicos marinos informaron de que un coral poco común cerca de Australia contenía una sustancia química, la eleuterina, con propiedades anticancerígenas. La sustancia química altera el citoesqueleto, un andamiaje clave en las células, y los corales blandos la utilizan como defensa contra los depredadores. Pero los estudios de laboratorio demostraron que el compuesto era también un potente inhibidor del crecimiento de las células cancerosas.
Scesa recoge muestras de coral blando cerca de la costa de Florida. Crédito: Paul Scesa.
En las décadas siguientes, los científicos buscaron, pero no pudieron encontrar el legendario "santo grial" químico en las cantidades necesarias para el desarrollo de fármacos y no pudieron remediar el problema sin entender cómo se fabricaba el producto químico. El dogma decía que, al igual que otros tipos de vida marina, la sustancia química era sintetizada por organismos simbióticos que vivían dentro de los animales.
"No tenía sentido", dice Scesa. "Sabíamos que los corales debían fabricar eleuterina". Después de todo, razonaron él y Schmidt, algunas especies de corales blandos no tienen organismos simbióticos y, sin embargo, sus cuerpos contienen la misma clase de sustancias químicas.
Resolver el misterio parecía un trabajo hecho para Scesa. De niño, en Florida, el océano era su patio de recreo, y pasó innumerables horas explorando sus profundidades y su fauna. En la escuela de posgrado, se aficionó a la química orgánica y combinó ambos intereses para comprender mejor la diversidad química de los mares.
Scesa utiliza un biorreactor para producir grandes cantidades de sustancias químicas que se encuentran en pequeñas cantidades en la naturaleza. Crédito: Kristan Jacobsen.
Más tarde, se unió al laboratorio del científico de productos naturales Schmidt con la misión de rastrear el origen del plomo de la droga. Scesa sospechó que una especie de coral que le resultaba familiar podría tener la respuesta y trajo pequeñas muestras vivas de Florida a Utah, y así comenzó la verdadera caza.
Descifrando la receta
El siguiente paso era averiguar si el código genético del coral contenía instrucciones para fabricar el compuesto. Los avances en la tecnología del ADN habían permitido hace poco descifrar rápidamente el código de cualquier especie. El problema era que los científicos no sabían cómo debían ser las instrucciones para fabricar la sustancia química. Imagínese que busca en un libro de cocina una receta determinada, sólo que no sabe qué significa ninguna de las palabras del libro.
Eric Schmidt, Ph.D. Credit: Kristan Jacobsen.
"Es como adentrarse en la oscuridad y buscar una respuesta cuando no se conoce la pregunta", señala Schmidt.
Abordaron el problema encontrando regiones del ADN del coral que se parecían a las instrucciones genéticas de tipos de compuestos similares de otras especies. Tras programar las bacterias cultivadas en el laboratorio para que siguieran las instrucciones del ADN del coral blando, los microorganismos fueron capaces de replicar los primeros pasos de la fabricación de la potencial terapia contra el cáncer.
Esto demostró que los corales blandos son la fuente de la eleuterina. También demostró que debería ser posible fabricar el compuesto en el laboratorio. Su trabajo se centra ahora en completar los pasos que faltan en la receta del compuesto y en determinar la mejor manera de producir grandes cantidades del posible fármaco.
"Mi esperanza es poder entregar esto algún día a un médico", dice Scesa. "Pienso en ello como si pasáramos del fondo del océano al banco de trabajo y a la cabecera de la cama".
La investigación contó con el apoyo de los Institutos Nacionales de Salud y la Fundación ALSAM y se publicó en Nature Chemical Biology como "Ancient defensive terpene biosynthetic gene clusters in soft corals
La nota en su idioma original en inglés puede accederse por medio de este enlace
https://healthcare.utah.edu/publicaffairs/news/2022/05/coral-anti-cancer-drug.php